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JONÁS, UN PROFETA PRÓDIGO.

  • Foto del escritor: Alex Juárez
    Alex Juárez
  • 11 sept 2019
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 11 sept 2019

Como la mayoría de las personas que han crecido en un hogar cristiano, he sido consciente de la historia de Jonás desde muy pequeño. Sin embargo, he pasado por varias etapas leyendo este breve libro de la Biblia, ya que hay un sin número de temas, y esto es un reto para aquel que lo lee, pues parece que trata de muchas cosas.


¿Se trata de raza y nacionalismo, ya que Jonás está más preocupado por la seguridad militar de su nación que por una ciudad de personas espiritualmente perdidas? ¿Se trata del llamado de Dios a la misión, ya que Jonás al principio huye del llamado pero luego va, aún lamentándose? ¿Se trata de las luchas, y cómo los creyentes deben obedecer y confiar en Dios?


Sí a todo, y todavía hay más.


Muchos eruditos han examinado el libro de Jonás, lo que revela la riqueza de la historia, las muchas capas de significado, y las distintas aplicaciones de esta historia a gran parte de la vida y el pensamiento humano. Estas distintas vertientes de aplicación, pueden darse dependiendo de la ubicación cultural y las necesidades personales de la audiencia, pero el texto de Jonás puede abordar múltiples necesidades de manera poderosa.


Estructura de Jonás.


La narración de Jonás podría hacer que pensemos que es una simple fábula, con el relato del gran pez siendo el punto culminante dramático, aunque inverosímil.

El libro de Jonás ofrece muchas ideas sobre el amor de Dios por las sociedades y las personas más allá de la comunidad de creyentes.


Teólogos, y lectores cuidadosos y estudiosos de la Biblia, consideran que es una obra literaria ingeniosa y con una alta elaboración artística. Los cuatro capítulos relatan dos incidentes. En los capítulos 1 y 2, a Jonás se le da una orden de Dios, pero no la obedece; y en los capítulos 3 y 4 se le vuelve a dar la orden, y esta vez la ejecuta. Las dos narrativas se presentan en patrones casi completamente paralelos.


A pesar de la sofisticación literaria del texto, muchos lectores modernos rechazan esta obra porque el texto nos dice que Jonás se salvó de la tormenta cuando fue tragado por un “gran pez” (Jonás 1:17). La forma en que respondas a esto dependerá de cómo lees el resto de la Biblia.


Si aceptas la existencia de Dios y la resurrección de Cristo, lo cual es un milagro mucho mayor, entonces no hay nada difícil en leer a Jonás literalmente. Ciertamente, muchas personas hoy creen que todos los milagros son imposibles, y que el escepticismo es solo eso: no creer lo que no se puede demostrar. No solo eso, sino que el texto no muestra evidencia de que el autor haya inventado una narrativa milagrosa. Un escritor de ficción generalmente agrega elementos sobrenaturales para crear emoción o espectáculo y captar la atención del lector, pero este escritor no lo hace. El pez se menciona solo en dos versos breves, y no hay detalles descriptivos. Se reporta más como un simple hecho de lo que sucedió, una circunstancia sin mucho significado. Por tanto, no nos dejemos distraer por los peces.


La cuidadosa estructura del libro revela matices del mensaje que a través de este se transmite. Ambos episodios muestran cómo Jonás, un fiel creyente religioso, se relaciona con personas que son racial y religiosamente diferentes a él. El libro de Jonás ofrece muchas ideas sobre el amor de Dios por las sociedades y las personas más allá de la “iglesia”; sobre su oposición al nacionalismo tóxico y el desdén por otras razas; y sobre cómo estar “en modo misión” a pesar del poder sutil e inevitable de la idolatría en nuestras propias vidas y corazones.


Captar estas pequeñas, pero poderosas ideas puede hace que construyamos puentes pacificadores y de reconciliación en el mundo, lo que desesperadamente necesitamos en estos tiempos.


La teología de Jonás.


Para comprender todas estas lecciones en nuestras relaciones sociales, tenemos que ver que la enseñanza principal del libro no es sociológica sino teológica. Jonás quiere un Dios de su propia creación, un Dios que simplemente castiga a las personas malas y bendice a las personas buenas (lo que hoyen día muchos predican), que en este caso son Jonás y sus compatriotas. Cuando el verdadero Dios, no el falso dios de Jonás, continúa apareciendo en la historia, Jonás se enfurece o desespera, pues encuentra que el verdadero Dios es un enigma, porque no puede reconciliar la misericordia de Dios con su justicia.


¿Cómo, pregunta Jonás, puede Dios ser misericordioso y perdonador hacia las personas que han cometido tal violencia y maldad? ¿Cómo puede Dios ser misericordioso y justo?

Esa pregunta no se responde en el libro de Jonás. Sin embargo, como parte de toda la Biblia, el libro de Jonás es un capítulo que impulsa la trama general de la misma. Nos enseña a mirar hacia adelante, a cómo Dios salvó al mundo a través de quien se llamó a sí mismo uno más grande que Jonás (Mateo. 12:41), para que Dios pudiera ser justo y justificador de aquellos que creen (Romanos 3:26). Solo cuando comprendamos plenamente esta historia, dejaremos de ser explotadores crueles o creyentes fariseos, y nos convertiremos en mujeres y hombres cambiados por el Espíritu.

He notado que en la primera mitad del relato Jonás interpreta al “hijo pródigo” de la famosa parábola de Jesús (Lucas 15:11–24), quien huyó de su padre. Sin embargo, en la segunda mitad Jonás es como el “hermano mayor” (Lucas 15:25–32), quien obedece a su padre pero lo reprende por su gracia hacia los pecadores arrepentidos. La parábola termina con una reflexión del padre al hijo farisaico, al igual que el libro de Jonás.


"Entonces salió Jonás de la ciudad y se sentó al oriente de la misma. Allí se hizo un cobertizo y se sentó bajo él a la sombra, hasta ver qué sucedería en la ciudad. Y el Señor Dios dispuso que una planta creciera sobre Jonás para que hiciera sombra sobre su cabeza y lo librara de su incomodidad. Y Jonás se alegró grandemente por la planta. Pero Dios dispuso que un gusano al rayar el alba del día siguiente atacara la planta, y esta se secó. Y sucedió que al salir el sol, dispuso Dios un sofocante viento solano, y el sol hirió la cabeza de Jonás y él desfallecía, y deseaba con toda su alma morir, diciendo: Mejor me es la muerte que la vida.

Entonces dijo Dios a Jonás: ¿Tienes acaso razón para enojarte por causa de la planta? Y él respondió: Tengo razón para enojarme hasta la muerte. Y dijo el Señor: Tú te apiadaste de la planta por la que no trabajaste ni hiciste crecer, que nació en una noche y en una noche pereció, ¿y no he de apiadarme yo de Nínive, la gran ciudad, en la que hay más de ciento veinte mil personas que no saben distinguir entre su derecha y su izquierda, y también muchos animales?"

(Jonás 4: 5-11)


Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano. Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.

(Lucas 15:25-32)


 
 
 

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