LA TRAMPA DEL PROPÓSITO
- Alex Juárez
- 2 ago 2019
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 2 ago 2019
Hay cuatro cosas que son importantes para poder avanzar en nuestra vida como cristianos, encontrar a Dios, tener libertad, encontrar propósito y hacer la diferencia; sin embargo, de todas estas encontrar el propósito es de las más difíciles, porque es encontrar “el por qué” y “para qué” existimos.
Se nos da la vida como un regalo, y esto sucede cuando nacemos físicamente, pero solo cuando “nacemos de nuevo” es que comienza a tomar forma el propósito de nuestra vida. Pero hay un problema con el propósito, porque por definición se convierte en una trampa.
Propósito es el objetivo que se pretende alcanzar, o la determinación de hacer algo; por tanto, cada cosa fue creada para cumplir un objetivo o alcanzarlo, es decir, cada objeto tiene un para qué o un porqué; sin embargo, no a todos nos interesa encontrar el propósito, o bien creemos que “algún día” llegará.
Rara vez la gente se pregunta “por qué hago lo que hago?”, o bien “para qué hago lo que hago?”
Sin visión el pueblo anda desenfrenado y perece. Sin embargo, hemos mal entendido lo que llamamos visión. Hemos puesto a la visión como el objetivo que rige todo lo que hago pero recordemos que en ocasiones la visión tarda. Visión es lo que nos da ánimo en seguir adelante y levantarnos de la cama, pero la visión no tiene el poder de sostenernos. La visión es al futuro, es ver al progreso, pero el progreso tampoco nos sostiene. No podemos vivir anclados al pasado, tampoco podemos vivir con la fantasía del futuro, solamente podemos tener fe en que días que vienen serán mejores, aun cuando esto no suceda.
Si la visión es a donde voy, entonces qué es el propósito?
Hay dos cosas que Dios deposita en nuestras vidas, una carga y una visión. La carga es depositada por Dios en tu corazón a través da la intercesión, mientras que la visión la recibimos de parte Dios en nuestra cabeza a través de la “revelación”.
Hoy en día muchos están ofreciendo una visión; el problema es que en cinco años esa visión va a provocar que nos cansemos y nos demos por vencidos, y esto sucede porque la visión no alimenta a nadie, la visión succiona y exprime nuestras vidas y energía, hasta agotarlas; sin embargo, contrario a la visión, la carga es constantemente alimentada por Dios, y es a través de la carga que Dios comparte Su corazón. Todos hablamos de visión, pero la visión es igual a nubarrones que aparecen y luego se desvanecen, mientras que la carga nos acompañará hasta nuestros últimos días.
Entonces, donde radica la trampa del propósito? Radica en que el propósito es la razón por la que existe algo, dicho de otro modo, el propósito es el medio para llegar a un fin y aquí el problema, porque muchos no quieren ser un medio para un fin, sino que quieren ser un fin, es algo así como “yo quiero que todo suceda para mi comodidad, mi beneficio y mi persona”.
La visión por sí sola carece de propósito, es decir no tiene una carga. La visión, dado que no es es dada de manera personal siempre apuntará a que se trata de nosotros mismos, no existimos ni vivimos para un ideal, sino para algo mayor.
Si el propósito de un martillo es golpear para clavar o bien para extraer clavos, entonces cuál es la visión de un martillo? Si en tu cabeza la pregunta suena rara y no tiene respuesta, ahí tienes el por qué una visión es totalmente inútil sin la carga. El martillo es una herramienta que puede ser usada para distintos propósitos.
Jesús dijo que hallamos vida cuando la perdemos, es decir, hasta que yo no haga un sacrificio, hasta que yo no desgaste mi vida, mi vida no va a tener sentido, esto es similar a andar simplemente en la visión, y la visión sin una carga solamente podrá satisfacer nuestros deseos, mientras que la carga cambia el juego porque llevar la carga requerirá en ocasiones cambiar o sacrificar la visión cuando lo demande. Nuestro propósito irá siendo revelado mientras caminamos con la carga que Dios ha depositado en cada uno de nosotros.
Por otro lado hacemos la pregunta equivocada ¿Cuál es mi propósito? El error es “mi propósito”. Lo correcto es sería ¿Por qué y para qué estoy aquí?
En la actualidad la finalidad de muchos es llenar cajas negras de gente; auditorios enormes llenos de personas, lo que la curiosa cultura cristiana llama “iglesias”; sin embargo la iglesia no es el fin de lo que hacemos. El fin es algo más grande que nosotros mismos, al final del día nuestro verdadero propósito lo encontramos cuando le decimos SI a algo que es más grande que nosotros mismos, y debemos entender que nuestro propósito no necesariamente se resume a formar parte de una institución religiosa. Cualquiera que sea la carga que Dios deposite en nosotros, ésta obedecerá siempre en favor de otros, y jamás deberá abusar del prójimo, sino que deberá ser para servir a otros no para ser servidos.
La carga tiene un precio, y el precio será nuestra comodidad. Si una cadena de farmacias tiene como principio “existimos para que las personas tengan una vida más saludable “, y venden cigarros, jamás encajará en la descripción aun cuando sea un negocio exitoso y gane mucho dinero. Si una iglesia imparte las enseñanzas de Jesús, pero las personas tienen deudas con la iglesia, o bien sus miembros no son aceptados, son criticados, juzgados, sobajados y existe un circulo VIP entre ellos, simplemente jamás encajarán en la descripción primaria de la iglesia.
Una vez que encontramos el propósito, debemos de localizar las inconsistencias, esto es lo que no está alineado a nuestro propósito, y Mateo capítulo 26, versículo 39 dice: “Jesús se alejó un poco de ellos, se arrodilló hasta tocar el suelo con la frente, y oró a Dios: Padre, ¡cómo deseo que me libres de este sufrimiento! Pero no será lo que yo quiera, sino lo que quieras tú.” Localizar nuestras inconsistencias nos debe llevar a ceder a la voluntad de Dios.
Simón Pedro no solo era pescador, sino que por medio de su trabajo otras personas eran alimentadas, y con esto ganaba dinero, entonces, ¿qué paso el día que Simón Pedro no logró pescar nada? Seguramente alguien no comió o alguien más no vendió pescado, y aunque no sepamos con certeza lo que sucedió, seguramente la falta de pescados tuvo otras consecuencias ajenas a su propia persona, pero con todo y la crisis Jesús estaba ahí.
Lucas 5. 1-11 nos relata lo siguiente:
“Una vez Jesús estaba a la orilla del Lago de Galilea, y la gente se amontonó alrededor de él para escuchar el mensaje de Dios. Jesús vio dos barcas en la playa. Estaban vacías porque los pescadores estaban lavando sus redes. Una de esas barcas era de Simón Pedro. Jesús subió a ella y le pidió a Pedro que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó en la barca, y desde allí comenzó a enseñar a la gente.
Cuando Jesús terminó de enseñarles, le dijo a Pedro:
—Lleva la barca a la parte honda del lago, y lanza las redes para pescar.
Pedro respondió:
—Maestro, toda la noche estuvimos trabajando muy duro y no pescamos nada. Pero, si tú lo mandas, voy a echar las redes.
Hicieron lo que Jesús les dijo, y fueron tantos los pescados que recogieron, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca, para que fueran enseguida a ayudarlos. Eran tantos los pescados que, entre todos, llenaron las dos barcas. Y las barcas estaban a punto de hundirse.
Al ver esto, Pedro se arrodilló delante de Jesús y le dijo:
—¡Señor, apártate de mí, porque soy un pecador!
Santiago y Juan, que eran hijos de Zebedeo, Pedro y todos los demás, estaban muy asombrados por la pesca tan abundante. Pero Jesús le dijo a Pedro:
—No tengas miedo. De hoy en adelante, en lugar de pescar peces, voy a enseñarte a ganar seguidores para mí.
Los pescadores llevaron las barcas a la orilla, dejaron todo lo que llevaban, y se fueron con Jesús.”
Peces se pescan de noche, y lo que estaba a punto de hacer Jesús con Simón Pedro era cambiarle todo su cuadro mental de cómo ser un buen pescador (visión). La mejor pesca de su vida sucedió cuando Jesús lo encontró, y en medio de la frustración Jesús le dice “tu no naciste solamente para ser pescador toda tu vida, tu eres un pescador de hombres, tu vida puede contar para cambiar la vida de otros”. Y este pasaje termina así, Pedro dejó todo, dejó su visión primaria, por una carga que Jesús le dio, ser un pescador de hombre.
Habacuc recibe primero una carga en el capítulo 1:
“La profecía que vio Habacuc. ¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan. Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia.
Pero en el capítulo 2, recibe una visión:
“Entonces el Señor me respondió, y dijo: Escribe la visión y grábala en tablas, para que corra el que la lea.”
Y aunque suene ridículo, esto tiene un orden, y es que por la indignación y clamor de justicia de Habacuc, lo cual constituye su carga, Dios le respondió con una visión, y esto es porque la visión siempre será secundaria ante lo que está depositado en el corazón; es por ello que Dios le contesta en el versículo tres “Porque es aún visión para el tiempo señalado; se apresura hacia el fin y no defraudará. Aunque tarde, espérala; porque ciertamente vendrá, no tardará.” En otras palabras, la carga es lo que nos sostiene aun cuando la visión tarde en cumplirse. La trampa del propósito recae en seguir solo una visión sin atender la carga, en ser aduladores de figurillas públicas pero faltos de amor con nuestro prójimo, la verdadera trampa está en atender lo aparentemente urgente y descuidar lo verdaderamente importante.
ALEX JUÁREZ.

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