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PENTECOSTÉS.

  • Foto del escritor: Alex Juárez
    Alex Juárez
  • 29 may 2020
  • 6 Min. de lectura

Qué es el Pentecostés? Pentecostés viene de la palabra pente que quiere decir cinco. Pentecostés es la fiesta de los frutos, que el pueblo judío celebraba cincuenta días después de la pascua, esto es siete semanas, más un día después del Shabat de la Pascua. La Pascua es fiesta de los panes sin levadura, en la cual se sacrificaba un cordero, como celebración de la salida del pueblo de Egipto. Esta es una festividad celebrada en el Antiguo Pacto, como sombra de lo que Jesús posteriormente hizo, un pan sin levadura simbolizando a Jesús como un hombre sin mancha, y un cordero inmolado para pagar los pecados del hombre. Jesús murió un viernes de Pascua y resucitó en domingo. Pentecostés es la fiesta de las 7 semanas. El número 50 tiene un significado especial, simbolizando el Año del Jubileo, es decir el año de libertad pleno, que se celebraba cada cincuenta años, donde había un perdón total de las deudas, esclavos eran puestos en libertad, las tierras regresaban a sus dueños originales y toda ofensa quedaba saldada. En el Antiguo Testamento, el Pentecostés se conmemoraba la primer cosecha dentro de la tierra prometida, era una manera de dar gracias a Dios con lo primero y lo mejor, y a su vez esperando que Dios bendijera e hiciera prosperar la cosecha del año. Asimismo diversos historiadores y teólogos refieren que durante esa celebración se entregaba también dos panes con levadura, simbolizando a la humanidad que ha pecado contra Dios. El número 2 nos habla de una relación, se habla de dos querubines sobre el propiciatorio en el Tabernáculo de David, en señal de la relación de Dios con el hombre. Entonces podemos imaginar que simbolizaba en ese entonces la unión posterior del pueblo judío con el pueblo gentil para hacer de ellos un solo pueblo tal y como lo señala Efesios. En esta fiesta solemne no se trabajaba, no había ninguna labor, solo era asistir a la presencia de Dios y entregar las primicias, dando gracias a Dios que la cosecha llegaría, y que la lluvia caería sobre la tierra para el crecimiento de la misma, aún cuando no se tuviera la totalidad de la cosecha. En este mismo día de Pentecostés, pero en el Nuevo Testamento se localiza el pasaje de Hechos 2, en donde 120 personas de diversas nacionalidades y trasfondos culturales están reunidas orando en el segundo o tercer piso de una casa y el Espíritu Santo desciende sobre ellos. Previo a este acontecimiento, Jesús resucita y camina 40 días en la tierra junto a sus discípulos, mismos que se calculaba no en doce, sino en más de quinientos seguidores, a efecto de dar testimonio y validez de la resurrección de Cristo; pasando los cuarenta días Jesús sube al monte y desaparece entre las nubes, no sin antes decirle a sus seguidores que permanecieran en Jerusalén hasta que llegara al consolador, esto es el Espíritu Santo, y esto ocurre en una sencilla reunión de oración. Imaginemos una reunión de oración con personas de diversas nacionalidades, cada uno hablando en su idioma, celebrando la fiesta del Pentecostés, y de pronto, los hombres de Galilea que no contaban con estudios avanzados en idiomas, comenzaron a hablar las lenguas nativas de muchos de los extranjeros ahí presentes; diríamos entonces, como lo describe el pasaje, “estos están locos, están borrachos”. En medio de este mover, Pedro predica uno de los mensajes más importantes registrados en la historia del cristianismo lleno del Espìritu Santo, utilizando esta frase “fueron compungidos”, esta palabra en el griego es la misma que se usa para referirse a una estocada dada por una espada. Será que estos sucesos junto con el mensaje penetraron tan profundo en los corazones de los ahí presentes que terminaron aún más convencidos? El mensaje de Pedro tuvo como resultado que tres mil personas entregaron sus vidas a Jesús. Pedro apuntó de manera precisa a Joel 2, diciendo: «Israelitas y habitantes de Jerusalén, escuchen bien lo que les voy a decir. Se equivocan si creen que estamos borrachos. ¡Apenas son las nueve de la mañana! 1Lo que pasa es que hoy Dios ha cumplido lo que nos prometió, cuando por medio del profeta Joel dijo: “En los últimos tiempos les daré a todos de mi Espíritu: hombres y mujeres hablarán de parte mía; a los jóvenes les hablaré en visiones y a los ancianos, en sueños. ”También en esos tiempos les daré de mi Espíritu a los esclavos y a las esclavas, para que hablen en mi nombre. ”Daré muestras de mi poder en el cielo y en la tierra: habrá sangre, fuego y humo. El sol dejará de alumbrar, y la luna se pondrá roja, como si estuviera bañada en sangre. ”Esto pasará antes de que llegue el maravilloso día en que juzgaré a este mundo. Pero yo salvaré a todos los que me reconozcan como su Dios.” Hay un paralelismo increíble entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Por una parte en el Antiguo Testamento vemos la celebración del Pentecostés, para dar gracias por la lluvia y cosecha del año, y en el Nuevo Testamento como un suceso donde la lluvia temprana cae y da como resultado la primer cosecha de la iglesia, esto es los primeros convertidos y bautizados en agua en la historia. Esto nos debe recordar también cuando Jesús está en Samaria y dice “levanten su vista y miren los campos que ya están blancos para la cosecha”. Algunos comentaristas dicen que en la población de Samaria, los habitantes acostumbran a vestirse de blanco, apuntando así a una cosecha de gentiles lista para recibir salvación. Teólogos e historiadores apuntan a que, la Pascua inauguró la salvación para la humanidad, y en el Pentecostés nació la iglesia, es decir, el Reino de los Cielos en la tierra. Que significa el Pentecostés en nuestros días? Ver a una persona recibir la salvación al poner su fe en Jesús, para comenzar dejar su vieja vida, es una representación del salir de Egipto, para posteriormente, por medio del Espíritu Santo comenzar a vivir una vida en la Tierra Prometida; dicho de otro modo, iniciar una vida caminando en Cristo y en el Espíritu, con los desafíos correspondientes. Pentecostés no es un momento histórico en la narrativa Bíblica, sino que es volcar nuestro corazón a Dios, rendirnos a Él para así recibir lo mejor de Él de manera constante, es decir, la llenura de Su Espíritu. El Espíritu Santo es un regalo de parte de Dios, que recibimos al ser injertados a la familia de Dios. Recibimos un ayudador, porque quién sabe a ciencia cierta que es vivir una vida de fe? Es por ello que necesitamos a este ayudador, un guía que nos muestre el camino. También, como muchos lo señalan, es ser bautizados, bañados, saturados, llenos del Espíritu de Dios, a través de una vivencia de fe que da plena seguridad de que Dios está con nosotros; algunos llaman a este bautismo una segunda muestra de gracia, donde brotan los dones útiles para la obra del Reino, se activa el entendimiento y nuestros ojos son abiertos para comprender de manera eficaz las verdades dadas por Dios en Su palabra. Recibir el Espíritu provoca que nos abandonemos a nosotros mismos en el río de Dios, y en su amor profundo e incomparable. Hay muchos que creen que el Bautismo en el Espíritu Santo es un evento, pero no es así, debe ser una búsqueda continua de la renovación de nuestra mente; es estar continuamente empapado de Dios, para así estar constantemente llenos de Él, y así experimentar su multiforme gracia. Sellados con el Espíritu Santo, testificando entonces que somos hijos de Dios adoptados que claman “Abba Padre”. El Bautismo del Espíritu sería similar a una activación del mover de Dios, misma que se ve de distintas maneras y que puede ocurrir en cualquier momento, desde la confesión de fe, o bien años después de la misma. Santiago nos dice “puede acaso de la misma fuente brotar agua dulce y amarga?”. Si Jesús ha depositado en nosotros una fuente de agua viva es para que brote, y esto solo ocurre solo por medio de su Espíritu Santo. El Pentecostés no es solo la manifestación del Espíritu en el siglo I d.C.; es el registro primario del mover del Reino de Dios sobre la tierra, el nacimiento de Su iglesia, y las primeras evidencias de las diversas manifestaciones del Espíritu Santo, producto de un acto sencillo que debe ser primero personal y posteriormente colectivo, esto es, la oración. Hay cosas que solo ocurren en nuestro tiempo de intimidad con Dios, y otras que ocurren cuando estamos juntos bajo el mismo espíritu. Que en este tiempo de Pentecostés tú y tu casa reciban y sean llenos del Espíritu Santo.


-Alex Juárez-


 
 
 

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