¡TENGAN HAMBRE!
- Alex Juárez
- 2 abr 2019
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 3 abr 2019
Mateo 5:3, nos marca el comienzo del sermón del monte, el inicio de las Bienaventuranzas.
“¡Dichosos los que reconocen su pobreza espiritual, porque de ellos es el reino de los cielos!”
Dios bendice a los que son pobres, y a los que reconocen la necesidad de Él, porque de ellos es el Reino. La Promesa que Jesús da en este pasaje es que si constantemente reconocemos nuestra necesidad de Dios, el Reino de Dios estará con nosotros.
La clave, es estar hambrientos, tener hambre de Dios y de Su Palabra.
En Israel, hay un lugar en el área que ocupa Galilea, donde hay un lago y un monte llamado el monte de las bienaventuranzas. Donde según la historia, Jesús presentó “el sermón del monte”. Jesús predico mensajes llenos de bondad, gracia y misericordia, pero en especial, el sermón del monte llevó otra carga pues en este expuso la dicha que recibirán aquellos que se encontraran con Él.
El Reino del Cielo es de aquellos que reconocen su necesidad por Dios.
Haz necesitado algo realmente? Necesidad de algo de lo que tu misma vida dependa? Cuando tenemos una necesidad real, lo primero que se manifiesta es la urgencia de saciar lo que en ese momento es necesario para nuestra subsistencia.
Haz experimentado empezar a quedarte sin gasolina? Hace unos meses México atravesó una escasez de gasolina, producto del supuesto combate al robo de hidrocarburos. Esos días, de verdad viví la verdadera necesidad y desesperación de la necesidad. Poco más de un mes no era posible cargar gasolina de manera regular, y debíamos hacer filas de horas para poder saciar la necesidad que en ese momento mucho teníamos por el combustible.
Ser rico en algo, significa que uno no necesita nada. Justo esto pasaba con la gasolina. Dimos por sentado el abasto regular y cuando el escenario fue adverso, la necesidad aumentó y en lo que sentíamos que éramos ricos se convirtió, temporalmente, en escasez y necesidad.
Solo en Jesús encontramos salvación. Solo Él es la plenitud que lo llena todo en todo. Si ser rico en algo significa que uno no necesita, entonces cuando algunos decimos que somos ricos en espíritu, asumimos que no necesitamos más de Su Espíritu, y eso es orgullo. Esto es porque de alguna manera creemos que ya fuimos saciados, que hemos alcanzado la meta, la estatura del varón perfecto, que somos muy espirituales porque obedecemos a nuestros pastores, servimos en la iglesia, hacemos buenas obras, levantamos nuestras manos en el tiempo de alabanza y toda nuestra vida nos va saliendo bien; es aquí donde comenzamos a jactarnos de nuestra espiritualidad y damos por un hecho de que Su Presencia está con nosotros.
Escuché de un comediante llamado Franco Escamilla una crítica, a manera de comedia claro está, de los twittazos en contra de una actriz que sin conocer y saber sobre una película, emitió un comentario desatinado acerca de la misma, y con ello las redes sociales se llenaron de insultos y memes. Dicho sea de paso esta actriz jamás ha sido reconocida por alguna contribución edificante, sino todo lo contrario. Franco hizo alusión a ella para criticar a aquellos que teniendo un mejor conocimiento del filme se sintieron mejores e incluso más inteligentes que ella, argumentando que hoy en día todos se creen más listos que su vecino. Escamilla en su papel de comediante dijo esto:
“Ser el más inteligente en el salón de clases era motivo para hacerte bullying; en mis tiempos era al revés y ahora todos se creen más listos. Y mira que luego dicen cada cosa !!! …”
Este es el claro ejemplo de que hoy en día sentimos que lo tenemos todo.
Reconocer mi necesidad de Dios debe ser el acto de adoración más significativo en mi vida; y el comienzo del capítulo cinco de Mateo, comienza con algo extraordinario:
“Y cuando vio las multitudes, subió al monte; y después de sentarse, sus discípulos se acercaron a Él.”
Muchas personas no le muestran tanta importancia a las acciones de Jesús, pero recordemos que Él es Dios hecho carne, y es por ello que sus acciones tienen gran significado.
Jesús, el Hijo de Dios, vio a la multitud y fue por ellos que subió al monte, se sentó y comenzó a hablar esperanza y bienaventuranzas a ellos; pero no fue hasta que las personas lo buscaron que Él subió, se sentó y comenzó a enseñar. Es decir, el pueblo no se jactó en su sabiduría, sino que reconocieron su necesidad y fueron en busca de Él.
Reconocer constantemente mi necesidad de Dios, no solo me mantiene humilde, sino que mantiene vacío mi espíritu para ser saciado continuamente, me mantiene con hambre de Él, de Su Palabra, de Su Presencia y de Su Espíritu.
El organismo del ser humano es curioso. Mantener hambre requiere de un metabolismo activo, producto de dos cosas, ejercicio físico constante y una buena alimentación. Ven como las dos van de la mano?
Mantenernos con hambre requerirá desgastarnos en Su Presencia para ser saciados. No requiere gastar tus energías en el servicio, ni tu asistencia a todos los eventos, a todas las reuniones ni a todos los programas, mucho menos depende de la cantidad de libros que leas al año (lo cual es muy importante, lean por favor), y tampoco depende de que tan alto cantes o que tan alto levantes tus manos, depende de la constancia con la que te acercas a Él en lo privado.
¿Cómo desarrollamos un hambre constante?
Ayuna.
Ayuno viene de la palabra griega ieiunium, que literalmente significa “vacío”, es decir, vamos sin algo para regresar llenos. Mucha gente hace ayunos de comida, para dedicar ese tiempo para orar, pero la cosa de ayunar no se trata de comida, se trata de hacer espacio para tener hambre de Dios, no hambre de comida. Si tú lo haces así por convicción GENIAL !!!
Hay algunas cosas de nuestra vida diaria que toman el lugar de Dios, puede ser la comida, o puede ser otra cosa, y es aquí donde el ayuno cobra sentido. EL AYUNO ES UN ASUNTO DE ACOMODAR PRIORIDADES PARA PONER A DIOS COMO NÚMERO UNO.
Ejercita tu espíritu.
Personalmente, no me gustaba hacer ejercicio, hasta que comencé a padecer en mi saludo por dicho la falta del mismo, pero después de un largo tiempo he comenzado no solo a ver cambios en mi salud, sino en mi cuerpo.
El ejercicio espiritual trae eso, una buena salud y un cambio radical en nuestro ser. Si nosotros solo comemos pero no nos ejercitamos, seriamos “gorditos y bonitos” (no todos claro está, algunos solo serían gorditos, pero los amamos), si solo vamos a la iglesia, escuchamos los mensajes, pero no leemos nuestra Biblia, no oramos en lo secreto, no compartimos el evangelio y no somos diligentes con lo que por Gracia nos ha sido dado, sufriríamos de obesidad espiritual y no seríamos personas saludables.
Produce fruto.
Otra forma de mantenernos hambrientos es cuando damos fruto. Pero tengo que dar una perspectiva diferente de “dar fruto”.
Juan 15: 8 dice: “En esto es glorificado mi Padre, en que den mucho fruto, y así prueben que son mis discípulos.” Para muchos dar fruto son números, “cuantas personas gané para Cristo”, el tamaño de mi iglesia, el número de asistentes a mi grupo en casa, pero no, eso no es fruto.
Fruto viene del latín fructus, que es literalmente la parte comestible de una plata o árbol, y que se usa también para disfrutar, gozar y contentarse. Dicho esto, el fruto no es el número. El fruto es la sustancia de la cual otros comen, y no todos comen de tus frutos. Piénsalo así, eres un manzano, tienes raíces, un tronco, ramas y hojas, pero las manzanas solo se dan en cierta temporada, mientras que las raíces permanecen junto con las ramas y el tronco. El manzano no da constantemente fruto, sino que en ciertas temporadas nace su fruto. Mientras tanto, el manzano da sombra al trabajado y al cansado, da hogar a los pájaros entre sus ramas, y de vez en cuando da comida al hambriento. El fruto no es para ti, no es para tu vanagloria, es para otros. El fruto no es lo que sabes o lo que dices, y solo sacamos fruto, a través de nutrirnos de lo que Dios nos dice y compartirlo con otros.
Rodeate de hambrientos.
Te ha pasado que vas a una cita con amigos, comiste a las tres de la tarde, quedaste de verlos a las seis, uno de ellos pide algo de comer y de inmediato te da hambre? Aunque no tienes hambre se te antoja. Sabes por qué? Porque el hambre es contagiosa.
La gente con hambre es aquella que va a estirar tu fe a límites donde no ha llegado, a conocer cosas y perspectivas que no has visto. Los que tienen hambre no repiten lo que se les enseña, enseñan lo que han comido, es decir, lo que han vivido, porque su fruto no es más grande que su propia vida. Las personas con hambre se mantienen en una atmósfera de fe, en una constante búsqueda de ser saciados por Su espíritu, y a su vez vaciándose en otros de distintas maneras.
Ten hambre de Dios, porque una vez que seas lleno, ninguna otra cosa podrá ocupar Su lugar, y solo así podrás contagiar el hambre a otros.
Alex Juárez.

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